lunes, 17 de julio de 2017

SOBRE LA "INVASIÓN HAITIANA"...

¡…Torpe esquizofrenia!

  • ¡…Torpe esquizofrenia!
Oscar Medina
República Dominicana y Haití comparten la frontera de más elevado nivel de desigualdad de todo el mundo en materia de desarrollo humano, lo que constituye un reto para nuestro país, no sólo en materia migratoria sino también en el campo comercial y en la conservación del medio ambiente.
Por esa razón --entre muchas otras-- el tema haitiano no puede ser abordado a partir de la histeria y la politiquería coyuntural.
Resulta preocupante, por tanto, la esquizofrenia colectiva desatada tras la divulgación en medios de comunicación y en las redes sociales de vídeos de haitianos cruzando hacia este lado de la isla o movilizándose ya dentro del territorio nacional.
Esas imágenes --independientemente del tiempo en que fueron tomadas--, no refl ejan nada nuevo. Hace años que los haitianos cruzan la frontera con excesiva facilidad y vienen asentándose masivamente tanto en zonas rurales como urbanas, al punto que ya no sólo absorben la enorme mayoría de la fuerza laboral de la agropecuaria y la construcción, sino que su presencia también es masiva en el sector turístico y en muchos renglones del comercio informal.
Y como no ha pasado nada nuevo para que la presión migratoria aumente --porque Haití sigue igual de pobre y abandonado a su suerte por la comunidad internacional, y el Estado Dominicano continúa con su proverbial irresponsabilidad sin aplicar políticas para encarar el problema migratorio- -, nada justifi ca la bulla actual más allá de otro frente contra el Gobierno y quien sabe si hasta para desviar un poco la atención de temas que, en los últimos meses han acaparado la atención del país.
Este nuevo barullo mediático sólo sirve para que políticos opositores y oportunistas aparezcan criticando al Gobierno por supuestas o reales debilidades en la seguridad de la porosa línea fronteriza, a pesar de que enfrentaron la Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que sí constituye la primera línea de defensa de la identidad nacional, lo único que debemos y podemos proteger con real efectividad. Lo más peligroso de esta campaña es que puede provocar una alteración del ánimo colectivo de la población, que aunque tiene justifi cada preocupación por el tema migratorio, no puede pretender y mucho menos buscar, una solución termocefálica y agresiva… Menos aún cuando organismos multilaterales y gobiernos y agencias extranjeras tienen los ojos puestos sobre nosotros, esperando el mínimo resbalón para arreciar sus denuestos contra el país.
Pero, además, ese alboroto facilita que las autoridades continúen aplicando paños tibios, dándole “circo al pueblo” con operativos y cambios militares, lo que a fi n de cuentas sólo aplacarán temporalmente el problema… Es como darle un analgésico para el dolor de cabeza a un paciente con cáncer que requiere urgentemente tratamiento intensivo de quimioterapia.
Para enfrentar un problema tan serio como el que representa la migración haitiana para nuestro país, el Estado tiene que dejar de lado su doble moral y su irresponsabilidad y no buscar espacio para escapar por el camino fácil.
Las autoridades tienen que reforzar la frontera, incluyendo, de ser preciso, la construcción de una barrera física; es necesario aplicar estrictamente las leyes laborales e imponer sanciones a quienes contratan mano de obra ilegal; es apremiante suspender la venta de visas en los consulados dominicanos en Haití; es urgente aplicar políticas de desarrollo para las zonas fronterizas… …Todo esto es imperioso, pero hay que tener bien claro que mientras persistan los precarios niveles de desarrollo de aquel lado de la frontera, los haitianos continuarán encontrado la forma de cruzar para este lado, como la esperanza de salir de la abyecta pobreza que padecen, buscando un lugar donde al menos puedan trabajar para proveerle lo mínimo indispensable a su familia.
Hasta los animales, desde que existen registros históricos, migran miles de kilómetros buscando agua y comida, solventando todos los peligros y dejando hileras de cadáveres a lo largo del camino.
De ahí que a todas las políticas internas que se apliquen para limitar y controlar la migración haitiana deben ir acompañadas de una política exterior que se fundamente en la exigencia a la comunidad internacional para que cumpla con sus compromisos con Haití.
Es indispensable cambiar la actitud defensiva y reactiva que ha asumido en las últimas décadas la República Dominicana cada vez que acude a los foros internacionales a defenderse de las infamias que se vierten en su contra.
Ya es hora de asumir una actitud diplomática activa, de denuncia del abandono del que es víctima Haití, y de cómo las grandes potencias del mundo están dejando a nuestro país- - que también somos pobres--, cargar con el enorme peso que representa asumir buena parte de la población más pobre del Hemisferio Occidental.
Quienes llevamos años alertando sobre este problema y exigiendo soluciones efectivas y duraderas, no debemos perder el enfoque con ruidos coyunturales y torpes esquizofrenias.

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